martes, 1 de diciembre de 2015

Testigos de la esperanza. Beatificación Mártires franciscanos de Pariacoto



Seguir tras las huellas de unos testigos del Evangelio, no deja para nada indiferente, sobre todo si estos testigos han entregado su vida, siendo mártires. Dos Hermanos Menores Conventuales y sacerdotes, Miguel Tomaskzek y Zbigniew Strzatkowski, y un sacerdote de la Comunidad Misionera Paraiso, p.. Alessandro Dordi,, fueron asesinados por el grupo terrorista Sendero Luminoso, en Perú. Y no son lejanos en el tiempo, en agosto del año 1991, y menos en del corazón de muchos que los conocieron en vida y otros tras su muerte, en defensa de la justicia y de Evangelio. Beatificados en Chimbote el 5 de diciembre de 2015.

Al recorrer los lugares de martirio, se da uno cuenta que son tierra santa, porque ellos tienen un significado muy fuerte de lo que significa entrega hasta dar la vida, porque son lugares que ha suscitado mucha vida y mucha esperanza, en un momento el que país estaba convulsionado por tanta violencia e injusticia sufrida. Y como tierra santa recuerda por su aridez la tierra de Jesús, Palestina. “Santa” es precisamente el nombre del río y del pueblo que donde realizo su labor misionera el P. Alessandro (Sandro para los amigos). Al borde de la carretera, en el lugar donde fue martirizado, se encuentra un pequeño monumento, recordando el perfil de una iglesia, donde amparado bajo un tejadillo, y  que en frontal dice: “Descanso del Buen Pastor”,  algo muy acertado para el p. Sandro, y en la misma suerte que Cristo, el Buen Pastor.

Otro lugar ya adentrándonos en el interior, en los Andes peruanos, por caminos sinuosos y secos casi desérticos, un pequeño pueblo es Pariacoto, un lugar tranquilo. Allí, con el deseo de vivir el Evangelio al estilo de s. Francisco, tres frailes polacos se lanzaron a la misión, tratando de inculturizarse y de ser cercanos con los más pobres. Esta misión la llevaron a cabo con mucha pobreza, mucha alegría, mucha confianza en la Providencia, en tiempos de mucho miedo y mucha agitación social. Pero no a todos les parecía bien, ya que, ponían en cuestión otras “revoluciones”. Sendero Luminoso decía que  la religión adormecía a los pobres, cuando en verdad era que los frailes les enseñaban a campesinos y a la gente sencilla a leer, les ayudaron con medicinas, les daban dignidad y predicaban la paz. Por eso Sendero Luminoso quiso acabar con sus vidas. A dos de ellos, Miguel y Zbigniew Dios les concedió el don del martirio; y el tercero, Jareck, Dios le pidió dar la vida de otro modo y nada fácil: vivir para contarlo (ser también testigo). Actualmente es el responsable de las Misiones para toda la Orden de los Franciscanos Menores Conventuales y ha participado en otra misión en Uganda.

Recorrer el camino polvoriento, y a veces hasta peligroso si se hace en moto-taxi, desde Pariacoto a Pueblo Viejo, donde fueron asesinados los hermanos, te hace revivir aquellos momentos que tuvieron oscuros, por la hora al atardecer, pero también por la incertidumbre, ya sólos con los verdugos y sin hermana Bertha, esclava de  Sagrado Corazón, que le permitieron acompañarle hasta prácticamente el último momento, pero de un total abandono en las manos de Padre. El recuerdo del lugar es lugar para descalzarse, como Moisés ante la zarza ardiendo, tierra sagrada.

Estremece poder celebrar la Eucaristía en la iglesia de la fraternidad de Pariacoto, donde hasta hace bien poco estaban las sepulturas de los hermanos, ahora en una capilla nueva; estremece sentir el Evangelio “..vosotros quién decís que soy yo…el que quiera seguirme que cargue con su cruz”, en la consagración:” ..Tomad y comed este es mi cuerpo que será entregado por vosotros”..; estremece compartir con un coro de niños vivos, alegres, y sencillos, que se han aprendido con mucho cariño el himno oficial para la beatificación; estremece poder compartir un tiempo con los que fueron algunos jóvenes y catequistas en vida de los mártires. El lugar está resultando ya un lugar de peregrinación y de fe para muchos.

Una última parada, en Arequipa, donde salimos al encuentro de otra hermana de las esclavas, Ana Mª Chávez, que compartió misión con los hermanos: El recuerdo y la emoción  es bien vivo a flor de piel, con un agradecimiento profundo a Dios, ni pizca de odio y todo perdón a los verdugos, incluso siendo gente cercana que las hermanas habían preparado para el matrimonio. Cariñosamente dice de los frailes: “eran unos hombres de Dios” y de uno de ellos afirma:” la alegría más grande que tengo a mi “nieto” que está en los cielos”.


Toda la diócesis de Chimbote, la Iglesia en Perú y los frailes se han volcado en esta beatificación. Porque ya lo dice el himno:Ellos están aquí, son testigos de la esperanza, su sangre llenó de flores mi país.”


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