viernes, 4 de enero de 2019

“Lo que habéis recibido gratis, darlo gratis.” (Mt. 10,7-15)



“Lo que habéis recibido gratis, darlo gratis.” (Mt. 10,7-15)





Hace ya unos años que como matrimonio queríamos compartir nuestra fe con otras personas de otras culturas y lugares, y a la vez enriquecernos de su manera de vivir la fe, y si fuera posible desde el carisma franciscano.
El Señor que cada día sale a nuestro encuentro, nos puso la Misión de los Franciscanos Menores Conventuales: una Misión en Corozal (Colombia) para abrir los ojos a una realidad rural que nos ha ayudado a cambiar la mirada de nuestro mundo. Y conocer el proyecto social que los hermanos llevan adelante en Corozal: comedor social, programa de refuerzo educativo, apadrinamiento…
Fray Jordi, junto con la Comisión de Misiones Franciscanas seleccionaron un “equipo”, que muy pronto pasó a ser nuestra “Fraternidad”: Natalia (Pamplona); Clara (Madrid); Mª Cruz y Arturo (Tarancón), y nosotros Javi y Marielo (Granollers). Tuvimos tres encuentros para prepararnos tanto pastoralmente como en las costumbres de Colombia, con el cariño de Tula, Sophy, Fray Julián, Lucía y Ana, Fray Jordi y Fray Ángel Mariano.
Con mucha ilusión y también, la verdad, con nuestras dudas y miedos llegamos a Corozal el 27 de julio. Fuimos recibidos con mucho cariño, por parte de la comunidad de frailes: Fray Jorge, Fray Antonio y Fray Otoniel, sin olvidarnos de Don Jorge.
Los primeros días estuvimos conociendo y compartiendo en el comedor social y el refuerzo escolar,  a la vez que conociendo la realidad de la parroquia de Santa Clara de Asís. Pronto descubrimos los grandes contrastes de esta maravillosa tierra: los niños venían al comedor con sus uniformes de la escuela limpios, nada hacía imaginar cómo son sus casas,  o las carencias materiales y  a veces carencias afectivas que viven en su día a día. Eso sí, esas carencias no les priva de sacar sus mejores sonrisas, y demostrar una dignidad, no orgullo, que nos hacen admirarlos y respetarlos aún más si cabe.
Nos distribuyeron por parejas en los corregimientos más grandes (pueblecitos que dependen del ayuntamiento de Corozal y de la parroquia de Santa Clara de Asís): Las Llanadas (Natalia y Clara); Mª Cruz y Arturo (Don Alonso); y nosotros, en El Mamón. Las distancias las miden por el tiempo en el que tardan en llegar de un punto a otro, pues si bien las distancias no son grandes, el mal estado del camino dificulta bastante el transporte.
Nos hicieron un recibimiento propio de un alto cargo, con mucho cariño. Todos los grupos de la comunidad participaron: Acólitos, Proclamadores de la Palabra, Grupo juvenil, Infancia misionera, Servidoras del Altar, Catequistas, Nueva Evangelización y Renovación Carismática.
Al llegar al Mamón, las dudas y los miedos  volvieron a aparecer, pues no sabíamos muy bien qué esperaban de nosotros, por el contrario ellos lo tenían muy claro lo que querían de nosotros: Misión = Misioneros; Misioneros = Enviados para difundir la Palabra de Dios… ¡¿Nosotros?!
Nuestras dudas y miedos fueron desapareciendo por el cariño y amor que todo el corregimiento nos hizo sentir. Invocamos al Espíritu Santo para que nosotros pudiéramos cumplir sus expectativas: celebramos la Palabra, hicimos catequesis con los jóvenes y los pelaos (como los llaman ellos), visitamos enfermos, bendecimos enfermos y casas… Estuvimos con ellos.
Tuvimos nuestros propios ángeles que nos cuidaron todo el día: Aminta, Sorly, Ándres, Paula, Adriana, Leandra, sin olvidar que cada noche la “Doña Ligia” madre de Aminta, que fue quién nos acogió en su casa, nos daba su bendición, que nos llegaba al alma. Esta es una casa que está muy cerquita de la capilla de Santa Lucía (patrona del corregimiento). Esta casa siempre está abierta; las personas del pueblo entran y  salen como si fuera la propia, y nos hicieron sentir también como si fuera la nuestra.
En este pequeño rincón de Colombia viven una Fe sencilla, clara, en voz alta, con orgullo de ser cristianos… tienen a Dios todo el día en la boca: “Dios te bendiga”, “Dios te guarde”, “Dios te cuide”, “Dios te proteja”, “Amén”… Palabras no desconocidas para nosotros, pero no oídas por la calle, en la escuela, en la tienda….
¿Cómo  pagar tantas bendiciones, y tanto cariño recibido?.
En el Mamón se ha quedado un trocito de nuestro corazón, y en nuestro corazón todos ellos. A la vez que los frailes, las trabajadoras del comedor y refuerzo escolar, que realizan un servicio encomiable, con un Amor que se siente, nada más atravesar la puerta,  a pesar que muchas veces el trabajo les desborda. Pero como San Francisco siempre con una sonrisa y con la alegría en sus rostros.
Una experiencia inolvidable y transformadora.




Javi y Marielo

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