“Lo que
habéis recibido gratis, darlo gratis.” (Mt. 10,7-15)
Hace ya unos años que como matrimonio
queríamos compartir nuestra fe con otras personas de otras culturas y lugares,
y a la vez enriquecernos de su manera de vivir la fe, y si fuera posible desde
el carisma franciscano.
El Señor que cada día sale a nuestro
encuentro, nos puso la Misión de los Franciscanos Menores Conventuales: una
Misión en Corozal (Colombia) para abrir los ojos a una realidad rural que nos
ha ayudado a cambiar la mirada de nuestro mundo. Y conocer el proyecto social
que los hermanos llevan adelante en Corozal: comedor social, programa de
refuerzo educativo, apadrinamiento…
Fray Jordi, junto con la Comisión de
Misiones Franciscanas seleccionaron un “equipo”, que muy pronto pasó a ser
nuestra “Fraternidad”: Natalia (Pamplona); Clara (Madrid); Mª Cruz y Arturo
(Tarancón), y nosotros Javi y Marielo (Granollers). Tuvimos tres encuentros
para prepararnos tanto pastoralmente como en las costumbres de Colombia, con el
cariño de Tula, Sophy, Fray Julián, Lucía y Ana, Fray Jordi y Fray Ángel
Mariano.
Con mucha ilusión y también, la verdad, con
nuestras dudas y miedos llegamos a Corozal el 27 de julio. Fuimos recibidos con
mucho cariño, por parte de la comunidad de frailes: Fray Jorge, Fray Antonio y
Fray Otoniel, sin olvidarnos de Don Jorge.
Los primeros días estuvimos conociendo y
compartiendo en el comedor social y el refuerzo escolar, a la vez que conociendo la realidad de la
parroquia de Santa Clara de Asís. Pronto descubrimos los grandes contrastes de
esta maravillosa tierra: los niños venían al comedor con sus uniformes de la
escuela limpios, nada hacía imaginar cómo son sus casas, o las carencias materiales y a veces carencias afectivas que viven en su
día a día. Eso sí, esas carencias no les priva de sacar sus mejores sonrisas, y
demostrar una dignidad, no orgullo, que nos hacen admirarlos y respetarlos aún
más si cabe.
Nos distribuyeron por parejas en los
corregimientos más grandes (pueblecitos que dependen del ayuntamiento de
Corozal y de la parroquia de Santa Clara de Asís): Las Llanadas (Natalia y
Clara); Mª Cruz y Arturo (Don Alonso); y nosotros, en El Mamón. Las distancias
las miden por el tiempo en el que tardan en llegar de un punto a otro, pues si
bien las distancias no son grandes, el mal estado del camino dificulta bastante
el transporte.
Nos hicieron un recibimiento propio de un
alto cargo, con mucho cariño. Todos los grupos de la comunidad participaron:
Acólitos, Proclamadores de la Palabra, Grupo juvenil, Infancia misionera,
Servidoras del Altar, Catequistas, Nueva Evangelización y Renovación
Carismática.
Al llegar al Mamón, las dudas y los
miedos volvieron a aparecer, pues no
sabíamos muy bien qué esperaban de nosotros, por el contrario ellos lo tenían
muy claro lo que querían de nosotros: Misión = Misioneros; Misioneros =
Enviados para difundir la Palabra de Dios… ¡¿Nosotros?!
Nuestras dudas y miedos fueron
desapareciendo por el cariño y amor que todo el corregimiento nos hizo sentir.
Invocamos al Espíritu Santo para que nosotros pudiéramos cumplir sus
expectativas: celebramos la Palabra, hicimos catequesis con los jóvenes y los
pelaos (como los llaman ellos), visitamos enfermos, bendecimos enfermos y
casas… Estuvimos con ellos.
Tuvimos nuestros propios ángeles que nos
cuidaron todo el día: Aminta, Sorly, Ándres, Paula, Adriana, Leandra, sin
olvidar que cada noche la “Doña Ligia” madre de Aminta, que fue quién nos
acogió en su casa, nos daba su bendición, que nos llegaba al alma. Esta es una
casa que está muy cerquita de la capilla de Santa Lucía (patrona del
corregimiento). Esta casa siempre está abierta; las personas del pueblo entran
y salen como si fuera la propia, y nos
hicieron sentir también como si fuera la nuestra.
En este pequeño rincón de Colombia viven
una Fe sencilla, clara, en voz alta, con orgullo de ser cristianos… tienen a
Dios todo el día en la boca: “Dios te bendiga”, “Dios te guarde”, “Dios te
cuide”, “Dios te proteja”, “Amén”… Palabras no desconocidas para nosotros, pero
no oídas por la calle, en la escuela, en la tienda….
¿Cómo
pagar tantas bendiciones, y tanto cariño recibido?.
En el Mamón se ha quedado un trocito de
nuestro corazón, y en nuestro corazón todos ellos. A la vez que los frailes, las
trabajadoras del comedor y refuerzo escolar, que realizan un servicio
encomiable, con un Amor que se siente, nada más atravesar la puerta, a pesar que muchas veces el trabajo les
desborda. Pero como San Francisco siempre con una sonrisa y con la alegría en sus
rostros.
Una experiencia inolvidable y
transformadora.
Javi y Marielo
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